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América Latina y el Caribe: Pensar, Representar y Luchar por los Derechos
En América Latina y el Caribe, la discusión sobre la democracia se ha generado en esferas de producción de conocimiento distanciadas, sea por su ubicación geográfica y/o por sus perspectivas teórico-metodológicas, incluyendo los posicionamientos ideológicos. De un lado, el análisis se ha centrado en las instituciones políticas y su desempeño, con énfasis en la democracia electoral. Del otro, el pensamiento crítico se ha centrado en denunciar los déficits del sistema representativo liberal: la persistente desigualdad social, la jerarquía racial, las asimétricas relaciones internacionales y/o el legado epistemológico colonial. Problemáticas como la de los desplazamientos humanos, la corrupción, la violencia y el populismo tienden a quedar subsumidas en posicionamientos ideológicos.
El mundo ha cambiado de forma acelerada por la revolución tecnológica, la multiplicación de poderes e intereses globales, el ascenso de China como potencia y la profundización de las desigualdades. Los marcos conceptuales, metodológicos e institucionales que habían funcionado como guías hasta hace unas décadas, muestran sus limitaciones, impidiéndonos comprender cabalmente lo que está ocurriendo y elaborar respuestas. El optimismo democrático del último cuarto del siglo XX se desvanece, los logros sociales y económicos retroceden, la expansión del reconocimiento y respeto hacia las poblaciones minoritarias y vulnerables dista de realizarse.
Es imperativo revisar estos marcos para reformularlos dando centralidad a las personas y sus derechos. La Declaración Universal de los derechos humanos permitió un gran avance global. El mundo sería peor sin su reconocimiento. Sin embargo, no puede ignorarse que en las zonas empobrecidas y alejadas de los espacios geo-humanos afectados positivamente por la globalización, la constitucionalización de los derechos de poco sirve para resolver los problemas de la vida cotidiana, o para defenderlos efectivamente. Despojados de tales derechos, millones de personas se han visto obligadas a migrar, a veces exponiéndose a situaciones de extrema vulnerabilidad. El asesinato de los defensores de derechos humanos, el feminicidio, la violencia estructural, la pobreza y abuso que viven las y los migrantes, la destrucción del medio ambiente, son fenómenos de especial crudeza en la región, y obligan a nuestra atención.
Esta es la encrucijada en que se encuentra la producción de conocimiento en la región: ¿Cómo preservar derechos cuando las instituciones no los garantizan? ¿Cómo hacerlos efectivos en contextos de elevada desigualdad? Si el estado-nación como lo conocemos no puede lidiar con estos y otros problemas ¿cuáles son las alternativas? Y ¿cuál es la capacidad de América Latina y el Caribe para intervenir en un contexto global en donde la región parece cada vez menos relevante?
Pensar, representar y luchar por los derechos implica también pensar los derechos de la naturaleza, y requiere abordar estas cuestiones desde una academia abierta a la interdisciplinariedad y a la presencia de otros saberes y otras voces. Implica la pasión por comprender a multitudes, movimientos sociales y actores de la sociedad civil, que además de los partidos y gobiernos representan y luchan por esos derechos. Una academia plural, que afronte la relación norte y sur, que supere enfoques dicotómicos, incorporando aportes del activismo sin renunciar a la autonomía necesaria para ejercer el pensamiento crítico y la convivencia de voces disidentes. La lucha por los derechos está intrínsecamente ligada a la lucha por una democracia más participativa, solidaria y de justicia social. Desde la academia debemos contribuir activamente a hacerla posible.